PEDRO SABANDO
Recogí de la revista SISTEMAS un articulo de mi amigo, el Doctor Pedro Sabando.
EL VALOR DE LAS IDEAS FRENTE AL DE LOS INTERESES
Se configura, pues, como una obligación moral y política seguir expresando que la economía debe estar al servicio de los ciudadanos y no, al revés.
A la ideología conservadora puede resultarle especialmente complejo, por los intereses que representa, asumir las dimensiones sociales que debe sustentar el mundo económico en nuestro ámbito europeo; pero a la izquierda le debería ser sencillo integrar el marco social como un valor necesario para garantizar el desarrollo económico.
Por otra parte el impulso político, sustentado en ideas, permitiría poner a salvo valores como la equidad y la solidaridad así como el papel integrador y equilibrador del Estado en orden a fortalecer la cohesión social provocando un debate político que convoque a los distintos actores sociales, en la perspectiva de legitimar la centralidad de la ciudadanía.
En la actual política europea, la izquierda debería comprometerse a garantizar un escenario que permitiera el desarrollo equilibrado de las dimensiones económicas y sociales, imprimiendo una cultura de valores que dieran respuesta a las demandas colectivas de los ciudadanos.
Estas demandas se reflejan en nuestras sociedades con sus propias dinámicas y comportamientos, porque se ha consolidado una estructura social en la que no existen grupos con una posición de dominio permanente y diferenciados con claridad, sino complejas coaliciones de intereses y poder en torno a objetivos concretos.
Por ejemplo en los ámbitos político, económico y social se han consolidado unas tecnoestructuras que dirigen nuestras sociedades, orientándose sustancialmente por la racionalidad del modelo de desarrollo, en un marco de pensamiento que podría definirse como una forma de positivismo neutral. Este modo de operar se ve cotidianamente en la Unión Europea, donde se adoptan decisiones a partir de los criterios de gobiernos conservadores, liberales o socialdemócratas que son capaces de alcanzar acuerdos y diseñar políticas comunes, desde el incontestado modelo de desarrollo, que en más de una ocasión se identifica con posiciones neo liberales clásicas.
Si el valor de las ideas ha de pesar específicamente en el análisis para el desarrollo económico y social de nuestra sociedad, también habrá que evaluar desde las ideas a los partidos políticos, su papel actual, la acción política etc., en la búsqueda de un instrumento adecuado para trabajar por el avance de la sociedad.
En esta estructura de poder, los partidos de izquierda están mutando y de ser el colectivo orgánico de las clases trabajadoras y grupos menos favorecidos, han pasado a desempeñar un rol de agencia que tiene una posición relevante frente a otros agentes que representan intereses teóricamente opuestos.
Ello implica una reinterpretación de los intereses del espacio social cuya defensa se asume en dos sentidos: corrigiendo los factores que resultan incongruentes con el funcionamiento del modelo de desarrollo y dirigiendo estratégicamente las reivindicaciones reactivas a corto plazo.
Este proceso de reorientación política implica necesariamente un grado de tensión o conflicto, muestra del cual puede encontrarse en las relaciones que mantienen los partidos socialistas y los sindicatos de clase en Europa. Esta situación también está condicionada por la incertidumbre del devenir socioeconómico, político, las paradojas de una sociedad compleja y la mutación de la denominada coherencia ideológica.
Estos conflictos, muy estudiados en el ámbito de la socialdemocracia, vienen a expresar la siempre compleja relación entre partidos y sindicatos. Han puesto en primer plano una realidad que relata el abandono del valor de las ideas para atender al ámbito de los intereses, que viene a mostrar un nuevo atributo de la hegemonía del mercado.
Cuando atender a “los intereses” supone incorporar beneficios para la sociedad la aceptación es unánime, sin embargo en otras ocasiones sólo reflejan alineamiento y asunción de criterios que no aportan nada tangible, modifican el escenario social y pueden identificarse con el citado mundo de los “intereses-mercado”.
Estas situaciones provocaron, desde hace más de 25 años, antagonismos importantes entre partidos, gobiernos y sindicatos socialdemócratas, erosionando el crédito y la legitimidad de las formaciones partidarias.
Dicho todo eso, la acción política de progreso económico y social pasa hoy por relativizar la función de los partidos políticos como intervinientes directos en la vida social y reforzar su papel de integradores de fuerzas y personas comprometidas, capaces de implicarse en un proyecto realista que suponga la alternativa más adecuada a cada problema o área de la vida política, económica y social. No se trata de diseñar una política y encontrar fuera del partido al mejor gestor para ella, sino de incorporar realmente a los sectores interesados en los procesos de análisis, planificación y ejecución.
Es necesario también señalar, para evitar equívocos, que cuando un partido asume la dirección política de una sociedad, tiene que renunciar forzosamente a observar la realidad a través únicamente de sus propios ojos.
Esto no tiene nada que ver con la renuncia al liderazgo político; al contrario, las sociedades actuales exigen liderazgo, como contraposición al concepto más simple y manejable de autoridad porque cuando las tareas de dirección política se fundamentan básicamente en el ejercicio de la autoridad, por mucho que ésta provenga de la voluntad popular, se está renunciando a la capacidad transformadora de cualquier proyecto político, al enmudecer a los miembros del gobierno y sobre todo de los equipos que habrían de llevar a cabo el programa electoral.
No obstante, hay que subrayar y tener en cuenta que la acción política es un ejercicio permanente de priorización, en el que cada día es preciso situar unos objetivos por encima de otros y en el que a menudo hay que aplazar el mañana para poder salir del hoy. El ejercicio del poder se justifica precisamente, en cuanto a la capacidad efectiva para elegir entre las diferentes opciones, en este ejercicio de priorización tan inevitable, como doloroso.
A partir de esta realidad, se debería hacer un esfuerzo para que los partidos políticos de izquierda, como organizaciones creadas para ser el instrumento capaz de transformar la realidad, se conviertan en dinamizadores y coordinadores de los impulsos que hagan posible ofertar un modelo determinado de sistema social.
Frente al clásico partido de masas y frente al partido organizado como coto cerrado, ha de proponerse un partido verdaderamente abierto y democrático que ejerza su papel de reflexión y análisis de las múltiples dimensiones de la vida social y proponga a la sociedad un modelo racional, eficaz y atractivo de desarrollo económico y cohesión social.
Cuando las acciones políticas emanan de ideas, impulsan a la sociedad hacia reformas que tienden a consolidar la primacía de los intereses civiles frente a quienes entienden que la hegemonía del mercado, es, por sí misma, el principio de la Pconstrucción de una nueva era para el siglo XXI.