The Straight Story (Una historia verdadera)

Dejé hace tiempo muchas cosas, también la lectura. El genero que me acercaba a las historias de otros. Historias intrépidas, brillantes o increíbles. Esas que hacían soñar, pensar o emular. La culpa, la creciente dificultad, de ajustar la vista a través de los cristales de un invento incomodo, las gafas.
Cumplidos los sesenta y tantos, poco a poco, he sustituido esta antigua afición por la televisión y en ella, el sustituto del cine para mi encuentro con las historias. 
No es fácil, conseguir disfrutar de alguna de las decenas de ellas, que pueblan la "cartelera" de la temida TDT.
Esta tarde, una película basada en un hecho real ocurrido en 1994, me atrapó. Protagonizada por un anciano de 73 años, Alvin Straight, que viajó desde Laurens (Iowa), a Mt. Zion (Wisconsin), montado en su segadora John Deere. Alvin decide iniciar este viaje para reencontrarse con su hermano, el cual se encuentra gravemente enfermo y con el que no se habla desde hace más de 10 años.
La película The Straight Story (Una historia verdadera) del Director David Lynch  me sorprendió por su asombrosa y tierna simplicidad. El viaje en su pequeño tractor del conmovedor Farnsworth es un canto a la vida. Algunas criticas en su momento, expresan mejor que haría yo,  la impresión que la historia dejo en los críticos del séptimo arte.
"Un atajo directo al corazón" (Desson Howe: The Washington Post) 
"Un regalo impagable a los espectadores y a la historia del cine" (Carlos Boyero: Diario El Mundo) 
"Obra maestra. Profunda, conmovedora" (Ángel Fdez. Santos: Diario El País) 
"Una película para la estantería de la historia" (E. Rodríguez Marchante: Diario ABC) 
"Fordiana obra maestra" (E. Rodríguez Marchante: Cinemanía) 
"Una obra maestra absoluta. La primera película íntegramente sobrenatural (por hermosa) del siglo XXI." (Sergi Sánchez: Fotogramas).
Para los que habéis disfrutado de la película y tenéis  una edad, puede que penséis como Alvin Straight, que en esta vida, hay  alguna vez -quizás ahora- que hacer una impagable, conmovedora y profunda pausa, en la prisa alocada que nos circunda; una grandiosa pequeñez en la absurda e inservible grandiosidad que nos rodea; una enorme gota de agua entre el desierto de falsedades y cosas prescindibles de este mundo; un huracán de lo que es la vida, el perdón, el orgullo, la personalidad, el sentido final de vivir y existir, la sensación de haber vivido. Yo pienso que el camino, largo o corto, siempre acaba.


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