JOSE MARIA ZUFIAUR LA HUELGA GENERAL


Os adjunto los dos últimos artículos de Zufiaur, uno referido a la HG del 14 N, que aunque fue publicado antes del 14-N, profundiza sobre los motivos y alcance de la huelga. El otro se titula “LOS MOTIVOS DE LA ANTIPOLÍTICA”, que trata sobre la desafección, más hacia los partidos de gobierno, que hacia la política, en general. No sólo desde la perspectiva española, sino sobre todo desde la europea, abordando cuestiones como la desnaturalización de la política a manos de “los empresarios políticos” o los “técnicos políticos” crecidos a la sombra de Goldman Sach. Asimismo aborda la “pulsión represiva” de la derecha ultraliberal, contra los clásicos y los recientes movimientos sociales, en el contexto de la relación entre capitalismo y democracia. También trata de la antipolítica, en el conjunto de las organizaciones de la izquierda, política y sindical,  afirmando que existen algunas dificultades para aceptar y articular la crítica y la democracia interna en su seno,  etc. En fin muy interesante.Como siempre aquellos que tengan ganas y no quieran caer en la desesperanza, ahí tenemos un buen soporte teórico e ideológico del que echar mano. Antonio Martinez Ovejero


LAS DIFERENTES FORMAS DE LA ANTIPOLÍTICA


Hay signos en nuestro país que manifiestan una profunda desafección hacia la política, mejor dicho hacia los partidos políticos en general y, especialmente, hacia los partidos llamados “de gobierno”. Las encuestas de opinión y diversos movimientos de ciudadanos son algunas expresiones de ello.

Ello refleja, a mi entender, más un rechazo de los políticos que de la política. Y, sobre todo, el profundo deseo de los ciudadanos de que los partidos políticos cambien de políticas, en bastantes casos de políticos, y, en general, de formas de ejercer la política.

Ello en un contexto de un escandaloso nivel de paro; de regresión social; de continuado aumento de las desigualdades sociales; de políticas impuestas por instituciones supranacionales lejanas y burocráticas pero que, conviene no olvidar,  son nombradas por los poderes políticos democráticamente elegidos; de aparente supremacía de las instituciones financieras y de los mercados sobre la política, aunque tampoco conviene olvidar que ello es así porque la política no quiere, o no es capaz de alcanzar un consenso, para regular a los mercados y al sistema financiero, a los que en su día desreguló y por eso está pasando lo que está pasando. Es decir, en un contexto que para la ciudadanía representa miedo, angustia, indignación y falta de perspectivas de futuro.

Pero es cierto que no hay que despreciar el riesgo de que el clima de rechazo hacia los políticos desemboque en movimientos o partidos antidemocráticos. Con la crisis, es un riesgo que en la UE se ha materializado en varios países.

Dicho lo cual, conviene tratar de no confundir ni de dónde viene el peligro contra la política ni el riesgo que queremos erradicar. Ya que existen formas ciertamente diversas de socavar el poder político legítimo.

La primera, y principal, proviene de la contradictoria relación entre capitalismo y democracia. Ya uno de los padres del neoliberalismo, Hayek,  sostenía, tras la Declaración de Filadelfia, de 1948, que “una vez que demos licencia a los políticos para intervenir en el orden espontáneo del mercado... alimentarán una lógica intrínseca que terminará necesariamente en una dominación cada vez más amplia de la política sobre la economía” “lo que llevará a la ruina del orden espontáneo del mercado“. Todo el esfuerzo posterior ha consistido en tratar de sustraer “el orden espontáneo del mercado” de las urnas.

Diversos teóricos, desde liberales, en lo político, radicales, como Dahl o Bobbio, hasta socialistas de tradición marxista, han expresado su preocupación sobre el impacto en la estructuración del poder político de las desigualdades en la distribución de los recursos económicos, sociales y culturales en una sociedad. Como señala Stiglitz en su último libro, “El precio de la desigualdad”, “estamos pagando un precio muy alto por nuestra desigualdad: el sistema económico es menos estable y menos eficiente, hay menos crecimiento y se está poniendo en peligro nuestra democracia”. En fin, podemos leer  todos los días algún comentarista, analista o economista que se lamenta de que los políticos no realicen la “política correcta” al estar condicionados por las elecciones.

Una variante cercana de ese impulso han sido los empresarios-políticos: Berlusconi en Italia, Piñera en Chile, Martinelli en Panamá, son algunos ejemplos de ello; o en los técnicos-políticos, como Monti, en Italia o Papulias en Grecia. Ellos y el Presidente del Banco Central Europeo, Draghi, provienen, casualmente, los tres del banco Goldman Sachs, responsable del maquillaje de la cuentas públicas griegas.

Otra forma diferente de actuación antipolítica consiste en la reacción de los poderes políticos – desgraciadamente, se pueden encontrar ejemplos de ello no sólo en gobiernos de derechas – frente a la contestación social. Es el síndrome represivo frente a la crítica de los antes llamados “organismos intermedios”. Que se traduce en amenazas contra los sindicatos, intentando limitar el derecho de huelga, debilitando sus medios de actuación o reduciendo sus derechos. Recuerdo cuando, entre otros, la Sra. Tatcher reclamaba una relación directa con los ciudadanos, Craxi defendía el “decisionismo político” frente a la crítica social y algunos ministros de González llamaban “elementos retardatarios” a los sindicatos.

Una versión diferente de esa misma pulsión represiva es la que se está produciendo contra los nuevos movimientos sociales de tipo asambleario. Recientemente he tenido la oportunidad de escuchar a un político del PP calificar como un peligro contra la democracia, un intento de suplantar al poder político representativo y hasta una incubación de corrientes fascistas,  a movimientos como el 15-M o la masiva cacerolada contra la Presidenta argentina. También se mete, supongo, en el mismo saco a otros movimientos similares germinados en Grecia, Italia o el denominado “ocupa Wal Street” en Estados Unidos. O a las redes sociales que, mediante las nuevas TIC, promovieron la primavera árabe. Formas de participación que han puesto de manifiesto sus enormes potencialidades a la vez que sus límites para canalizar los movimientos que son capaces de crear. Estos grupos buscan más democracia en sus dimensiones social, cultural, política o de género. Y nos mandan el mensaje de que, una vez más, es necesario domesticar y poner coto a los mercados.

Este tipo de contraposición entre democracia representativa y democracia participativa ha llevado a regulaciones restrictivas contra ONGs y otro tipo de organizaciones de la sociedad civil en Rusia, Perú, Ecuador, Zimbabwue y otros muchos países. Olvidando, en el caso español, a tenor de algunas actuaciones y declaraciones de representantes gubernamentales, que la libertad de reunión y manifestación son derechos fundamentales. Este tipo de actitudes demuestran también que algunos políticos elogian la política al tiempo que desprecian la democracia.

Un tercer prototipo de las actitudes antipolíticas está ubicado en la izquierda. Muchos, seguramente, se acordarán de aquella época en la que el PCE demonizaba toda crítica con frases como esta: “criticar al Partido hace el juego a la derecha”. Es cierto, así mismo, que en el conjunto de las organizaciones de la izquierda, política y sindical,  existen algunas dificultades para aceptar y articular la crítica y la democracia interna en su seno.

En fin, Luigi Ferrajoli, en “Los poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional” indica cuatro factores “por arriba” de la crisis de la democracia política. Y otros cuatro “por abajo”.

Entre los primeros señala: 1) la verticalización y la personalización de la representación, entre cuyas manifestaciones está “la reducción de los partidos a comités electorales del líder”; 2) los procesos de progresiva confusión y concentración de poderes, entre cuyas características está la “progresiva desaparición de la separación entre esfera pública y privada, o sea, entre poderes políticos y poderes económicos” (la pasarela entre responsabilidades políticas y cargos en el sector privado es una expresión ilustrativa de ello, añado por mi cuenta); 3) la creciente integración de los partidos en el Estado y la consiguiente pérdida de la separación entre partidos e instituciones y “del papel de los primeros como instrumentos de la mediación representativa de las segundas con la sociedad”, con problemas como las listas bloqueadas o el incumplimiento de los programas electorales; 4) la “total ausencia de garantías de la información” dado que “ya no son la información y la opinión pública quienes controlan el poder político, sino el poder político y al mismo tiempo económico el que controla la información y la formación de la opinión pública”.

Los cuatro factores que señala Ferrajoli como causantes de la crisis de la política “por abajo” son los siguientes: 1) la “homologación de los que consienten y la denigración de los discrepantes y de los diferentes”; 2) la “despolitización masiva y la disolución de la opinión pública. La primacía de los intereses privados”; 3) la “crisis de la participación política”; 4) la “manipulación de la información y la decadencia de la moral pública”. Cierto es que Ferrajoli se refiere especialmente a la Italia “berlusconiana”, pero creo que sus opiniones tienen también una validez más general.

Es una gran verdad que no “todos son iguales”. También lo es que la democracia participativa sólo tiene sentido en la medida en que vivifica y sustenta a la representativa. No es menos cierto, sin embargo, que es imprescindible una mayor sintonía entre los partidos políticos y los ciudadanos para que la política pueda ser realmente la representación de éstos. Atender, comprender e integrar los mensajes y las demandas de los actores de la democracia participativa puede, seguramente, ayudarles a los partidos políticos en ello.

José María Zufiaur
12 noviembre 2012  

UNA HUELGA GENERAL PARA DEFENDER NUESTRO FUTURO


Las organizaciones sindicales han convocado, junto a una extensa y diversa plataforma de organizaciones sociales, una huelga general (HG) el próximo día 14 de noviembre. Deseamos, a través de estas líneas, expresar nuestro más firme apoyo a la misma, contribuyendo con una modesta reflexión sobre el gran significado social y político, en el sentido más amplio, que esta HG representa.
A nuestro entender, la HG del 14-N trata de expresar tres cuestiones decisivas para nuestro futuro colectivo.

1.                 La primera es que los problemas que está sufriendo la sociedad española, que están condicionando para décadas nuestro futuro, y que están retrotrayendo, en términos de bienestar, a la mayoría de la población a épocas muy lejanas, tienen su origen en la política impuesta por la UE bajo el dictado del gobierno alemán.
Una política basada en un diagnóstico erróneo. Es una política de austeridad –llamada de “devaluación interna”– que en más de dos años de aplicación ha fracasado completamente, que no tiene referencias de éxito en la historia de las crisis, y que está siendo aplicada actualmente con fervor y de la forma más retrógrada posible por el Gobierno del PP. En una construcción europea desequilibrada y que sólo puede tener salida si se responde rápidamente a los problemas de financiación y de crecimiento de muchos países de la UE y de ésta en su conjunto. Y si se orienta a medio plazo, marcando la hoja de ruta desde ahora, hacia una UE de carácter federal.

De ahí la necesidad de una movilización que sea europea, como han planteado los sindicatos españoles y la Confederación Europea de Sindicatos. Las huelgas generales en España, Grecia y Portugal y las acciones en otros países son, a la vez, el comienzo de esa imprescindible respuesta sindical, social y política europea, y la manifestación de sus dificultades en un marco de clara diferencia de intereses entre la parte de la UE que está siendo beneficiada por la crisis: Alemania, Austria, Finlandia, Holanda y una parte de los, típicamente partidarios del asilamiento, países escandinavos. Aunque hay otra parte muy importante de ciudadanos de esos mismos países que es también claramente perdedora con la crisis. Y, de otra parte, los países llamados periféricos (los del sur, Irlanda), y aquellos con una situación intermedia, como Francia, que están sufriendo un fuerte deterioro industrial y están amenazados por el contagio de la crisis.

2.                 La segunda cuestión es que, aprovechando la crisis, desde la UE y desde los gobiernos nacionales se están deshilachando y desmantelando, a través de los recortes y las llamadas “reformas estructurales”, los elementos definitorios del modelo social europeo: la negociación colectiva y los derechos laborales, la protección social –incluidos los sistemas de pensiones y de sanidad-, la educación pública gratuita y universal, los servicios públicos (a través de medidas que se añaden a la persistente reducción de impuestos directos, a las rentas del capital y a las empresas desde hace más de veinte años).
En España, la extrema desregulación laboral producida por la reforma del mercado de trabajo, las rebajas en la protección por desempleo, los múltiples recortes y privatizaciones en la sanidad pública, la anunciada vuelta de tuerca al recorte de las pensiones, y tantas otras medidas, son claros ejemplos de una forma muy deliberada de aprovechar la situación para aplicar aquí también – como en Grecia, en Portugal, en Irlanda, en Italia, sin olvidarnos de los ocho millones de trabajadores alemanes que  ganan salarios de miseria - el desmantelamiento del Estado social.

Es por ello, que esta HG no es una huelga típica como las que suelen afectar y dirigirse, en una situación normal, a los trabajadores y a los problemas de éstos. En esta ocasión, la HG va sobre todo dirigida a defender un modelo de sociedad que está siendo descuartizado. Y que afecta, por supuesto a los trabajadores con trabajo, que son el cimiento de nuestra sociedad, pero que afecta también a los pensionistas, a los jóvenes que no tienen trabajo –no por culpa, como se venía diciendo, de la legislación laboral sino porque no hay ofertas de trabajo-, a los parados, etc. Es, por tanto, una huelga que afecta a toda la sociedad y en consecuencia deberá entenderse como el rechazo de la misma a este desmantelamiento social, y no sólo por sus efectos sobre la actividad productiva o el consumo energético, por ejemplo.
Es en este sentido, también, en el que cobra toda su significación y valor la propuesta de las organizaciones sindicales pidiendo un referéndum frente a una política que es la contraria de la que figuraba en el programa del gobierno actual. Política que es la expresión de una de las mayores aspiraciones del capitalismo: la primacía de la economía sobre la política. ¿Cuántas veces no escuchamos, expresada de una u otra manera, esa queja de que los gobiernos no pueden realizar las políticas “correctas” porque tienen que rendir tributo a las elecciones?

3.                 La tercera cuestión es que nos enfrentamos a un doble desafío: a la  acentuación de las políticas neoliberales y al hecho de que, ahora, las mismas  se pilotan y se imponen desde instancias, especialmente, transnacionales. Como es  la famosa Troika, aunque incluso una pata de la misma, como el FMI, ha planteado objeciones importantes a la política de austeridad euro-germánica. Ese doble reto nos indica con toda nitidez la dificultad y la amplitud de la batalla a la que hemos de dar respuesta. Un desafío de tipo ideológico, de reconstrucción de la izquierda, de replanteamiento de las estrategias sindicales, de necesidad de afrontar una lucha continuada a corto, medio y largo plazo.
Podríamos decir, inspirándonos en el artículo de Cándido Méndez “En boca cerrada no entran moscas” - titulado así justamente para venir a decir que el silencio es la peor de las políticas en una situación en la que se hace la política contraria a la que se prometió y en la que la defensa de los principios democráticos consiste exactamente en dejar que hable el pueblo - que la protesta social que más fracasa es aquella que no se hace.

Por ello necesitamos: a) hacer entender que las soluciones se tienen que buscar en el ámbito europeo, b) que estamos enfrentados a una lucha por la defensa de un modelo de sociedad, y c) que sólo la movilización masiva, consciente, articulada, crecientemente en el ámbito europeo, y basada en propuestas alternativas a las políticas que se están llevando a cabo, podrá recuperar el empleo y los equilibrios económicos, defender las conquistas sociales, preservar la unidad de la UE y consolidar ésta sobre otras bases.

Al movimiento obrero le costó mucho tiempo pasar en Europa del miedo – del miedo a la enfermedad, a la vejez, a la ignorancia, al paro, a la caridad frente a los convenios y los derechos,  a la carencia de derechos civiles y políticos para todos – al Estado social, a una mayor seguridad y bienestar, a la ciudadanía social. Ahora, el neoliberalismo nos está llevando, desde hace más de 30 años y en estos tres últimos años con una aceleración  exponencial, de nuevo desde el bienestar al miedo.  Se suele decir, con razón, que cuando creíamos que teníamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas. También podemos decir que cuando creíamos que ya teníamos para siempre un modelo social consolidado y ya estábamos, la mayoría, más o menos instalados en él, de nuevo vamos a tener que luchar por domesticar al capitalismo y vamos a tener que, como antes se decía, militar, realizar una lucha continuada para lograrlo. Para hacer posible el predominio de la democracia sobre los mercados.
José María Zufiaur y Antonio González son, respectivamente, miembro del Comité Económico y Social de la UE, y miembro del Consejo Económico y Social de España, en representación de la UGT

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