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Montoro por Joaquin Leguina

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Se puede ser una persona vulgar e intrascendente, pero si te nombran ministro de inmediato creces, es como si te hubieran colocado sobre unos zancos. Empiezas a caminar desde las alturas con solemnidad y a mirar a los demás mortales desde allá arriba.  Claro que, cuando te tropiezas y caes, ruedas por el suelo y la gente te vuelve a mirar cual eras antes: un ser anodino. Cristóbal Montoro fue durante años un mini-diputado de cara conejil, de quien se mofaban propios y extraños… hasta que le hicieron Secretario de Estado y luego Ministro de Hacienda. “Mira dónde ha llegado Cristobalito”, comentaron sus compañeros de la Autónoma, para añadir después: “Esto de la política hace milagros”. Lo primero que hizo Montoro nada más hacerse con los mandos de la Agencia Tributaria (1996) fue suprimir todas las publicaciones de aquella institución, de suerte que el público no se pudiera enterar de cómo iba la cosa. Sobre todo que nadie supiera cuántos y quiénes pagaban los impuestos en Españ